Mañana serán
los contenidos los que llamaran a mi puerta o bien seré yo quien llame a la
suya. Y lo hare sin agregadores de contenidos, sin canales y sin estructuras
que seleccionen ni para muchos ni para uno solo.
El
contenido, la idea, la creación levitaran literalmente, dueños de su propio
destino. Aletearan para llamar la atención y usaran del rumor y la difusión social
como el motor que active su visibilidad. Usaran de la más profunda arma: el
aburrimiento y el deseo de lo nuevo.
Y será en
ese contexto donde los que quieren vender algo se mutaran en ideas y serán un
poco menos cosas. Dejaran de parasitar
en contextos de contenidos que interrumpen, para ser ellos mismos narraciones,
relatos o estímulos. Seguramente en muchos casos dejaran de ser parásitos para
ser simbióticos con contenidos mayores que ellos. Pero usaran de la información
y de la curiosidad para ser algo más que una comodity industrial.
Imaginarse
un mundo sin medios que hagan por nosotros el trabajo de seleccionar y que
creen unidades de significado a base de integrar historias, puede resultar difícil
hoy. Pero me parece posible si concebimos un mundo hiper-fragmentado en el que
no existen mayorías dominantes y homogéneas.
Pero
como ocurre siempre la realidad no es amiga de escenarios sencillos. El consumo
personalizado y onanista de contenidos, la relación con las ideas y las
creaciones en primera persona es y será un fenómeno transformador del modo y la
oferta de los contenidos. Pero no será el único.
Pervivirá
el medio espectáculo, sobre todo audiovisual; aquel que se comparte y se vive
con otros. Ese medio que funciona como el fuego de la tribu. Que reúne y aúna.
Aquel medio que cobra significado a través de contenidos que adquieren su valor
cuando son vistos en compañía y que suscitan encuentro y re-encuentro. Eso no morirá.
Pero tendrá que cambiar, inventara contenidos que cobran sentido en comunidad y
en red con instantaneidad. Recrearan el salón de casa de forma virtual para
combatir el peor castigo, la soledad que el consumo solitario de contenidos
produce.
Así que
viviré un mundo en el que los contenidos ya no serán piezas de una estructura
de programación, mientras por otro lado seguirá existiendo el concepto de canal,
mientras este sea capaz de congregar y espantar la soledad. Todo será diacrónico
menos esos contenidos que se transforman y nos transforman en una especie de
catarsis compartida.
Se
abren nuevos puertas para consumir sin intermediarios mientras los medios de
masas se convierten en parroquias que ahuyentan el miedo a la soledad.
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