Nuestros problemas en si no son sino problemas de perspectiva.
A lo que nos enfrentemos normalmente no es una verdad definida y bien perfilada, sino a un realidad tamizada y confundida por perspectivas.
El problema no es nunca el problema en si mismo sino que el modo de ver el problema, por eso es mucha veces el trabajo previo y fundamental es construir un nuevo espacio mental para el problema.
De hecho la creatividad, la innovación o el cambio, son hijos de mentes que operan con otros referentes y puntos de vista.
Mentes que aplican nuevos relatos y que son capaces de re-enfocar lo poco de tangible y objetivo que nuestros problemas puedan tener.
Porque el problema es la circunstancia y el contexto.
El producto o la marca son lo que son pero sobre todo son el contexto que lo atenaza y lo define.
El framework, es decir, el conjunto de referentes y apriorismos que nos inundan y nos ahogan, son el mayor problema del problema.
Comunicar es muchas veces conducir a alguien hacia una nueva perspectiva del asunto, del objeto o del sujeto.
Lograr ese “re-enmarcamiento” no es siempre tarea fácil. En muchas ocasiones el framework ha sido un poderoso lugar común, asumido con fuerza y a veces con intransigencia. Es un “como deben ser las cosas” que no es nada fácil de superar.
Convencionalismo, consenso o mero tópico, el framework muchas veces nos domina y condiciona.
La creatividad o la innovación tienen que partir de un nuevo sistema de referentes. Una transformación que puede ser cognitiva o decididamente emotiva: una cambio en lo que sabemos y pensamos, pero también en lo que sentimos y e implica para nosotros la cosa o el trasunto
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