10/14/2008

Solo el pensamiento líquido llega a todas partes.

©Antonio Monerris 2007


Hoy por hoy todos somos inventores de conceptos. Nos salen a borbotones, como erupciones cutáneas o como sonoros eructos cerebrales. No podemos evitarlo. A base de conceptos nombrados con forzada síntesis queremos concretar lo inconcreto y definir lo indefinido. Esto de inventarse conceptos viene al caso de responder a la cuestión ¿Cómo tenemos que pensar cuando las ideas no son propias de una disciplina o ámbito específico de la comunicación? A todos los que nacimos a este negocio de vender ideas que comunicando generan cambios a partir del interés y la implicación, nos pone un poco enfermos tener que pensar sin asideros, pensar en el vacío frío de la transversalidad, multidisciplinar y multimedia. En el fondo de nuestro corazón todavía no converso, no nos creemos esta monserga de los que pretenden vendernos el atrevimiento de pensar sin límites, andando de disciplina en disciplina.
Y tenemos razón. La mayor parte de nuestras ideas son contextuales. Pocas de ellas son abstractas- y cuando lo son corren el riesgo severo de morirse a la primera discusión, destrozadas por una jauría poli-disciplinar, que les arranca a jirones lo que más les convenga.
Tenemos razón en afirmar que cuando ideamos lo hacemos sobre una realidad o tipo de comunicación.
Y si es verdad ¿Por qué negarlo?
La idea multidisciplinar no es la idea a la que estamos acostumbrados. Es menos específica, menos sustantiva. Es más alma que cuerpo. Más inspiración que sustancia.
Y no puede ser de otro modo. La idea transversal es maleable, plástica, conceptual. La idea transversal a juicio de los que saben de ideas todavía no es idea. Cuanto más cerrada y especifica más incapaz de añadir a su genética las peculiaridades del medio-contexto o de la disciplina. Sus bordes tienen que ser romos para acomodarse a veces con esfuerzo a realidades bien distintas.
A lo mejor ya ni siquiera es idea si por idea entendemos un concepto bien definido que de manera a veces intuitiva y sorprendente causa interés, sorpresa, acción o impronta.

Puede que la idea transversal sea como el agua. Puede que como ella carezca de forma pero contenga todas las formas. Puede que como todo lo líquido carezca en apariencia de dureza pero que al final nos sorprenda su contundencia. Puede que como lo líquido este dotado no solo de fuerza de impacto, pero también de otras propiedades que la hagan capaz de empaparlo todo, de subir a lo más alto por efecto de la capilaridad.
Pensamiento líquido. De eso se trata.
No tiene forma precisa porque no esta pensado en el contexto de una disciplina. Por eso es informe. Pero no es un engendro ni una deformidad. Cuando hablo de pensamiento líquido no estoy pensando en valoraciones sobre la modernidad y nuestra actitud moral ante el mundo de hoy. Intento explicar la necesidad de restar forma a las ideas y de licuarlas para que quede de ellas un punto de vista más fluido y aplicable transversalmente. Licuar significaría pasar nuestras ideas y conceptos a otro estado, uno necesariamente más inconcreto y abstracto, más carente de forma. Es posible que no podamos ser rabiosamente originales en ese estado líquido, hasta es posible que tengamos serias dificultades para “contar la idea” sin tener que echar mano de ejemplos que al final nos traicionan. Pero no hay otro remedio. O se da liquidez a la idea o esta no podrá moverse a otro contexto, será o una caricatura o una adaptación lejana y siempre inferior.
Licuar nuestro punto de vista tiene también la intención de superar ese sentimiento de “not invented here” que se produce cuando profesionales de distintas disciplinas comparten ideas. Licuar supondría convencer a todos que existe un plano superior y más conceptual y que no habrá sometimiento de unos sobre otros.
Lo malo de ese pensamiento licuado es que precisamente no es sólido. Es decir que a diferencia de lo sólido no se puede golpear con ello sobre la mesa. De hecho en algunas ocasiones acabas golpeando con tu cabeza sobre la mesa, presa de la desesperación. Sin embargo de manera mágica si esa idea liquida o licuada se convierte en “palabra de paso” para formar parte de la corte visionaria de algún directivo iluminado, todo cambia.
Son cosas de la vida. Son esas “palabritas divinas” que concitan sorprendentes consensos donde antes había profundos disensos. Palabritas liquidas que acallan comentarios a pie de reunión, en los que importa más decir aquí estoy que realmente decir algo. ©Antonio Monerris 2007
¿De que sirve el pensamiento líquido? Licuar conceptos capaces de salirse de contexto tiene la intención de dar coherencia e intención compartida a las acciones que incluyen o se conciben desde distintas disciplinas. Licuar consistiría en “deshacerse” de las limitaciones del Medio-contexto a través de conceptos que son puntos de partida o verdades sobre las que construir propuestas.
Un apunte antes de concluir: ¿has pensado sobre los efectos del pensamiento líquido? Es posible que te tachen de inconcreto y a lo mejor van y te insultan llamándote “conceptual” (fíjate lo maldiciente que es la gente), pero que le vamos a hacer. Cuanto más complejos y plurales sean los contextos de comunicación más necesario será encontrar maneras de unir aquello que se concibe desunido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado señor:
He leído que entre sus pasiones se encuentra la historia.
Le animo a entrar en mi blog, pues en el he empezado a publicar un, más o menos extenso artículo acerca del Reembarque de Dunkerque. Cada semana incluiré una parte hasta completarlo. Espero que le sea de interés, por mi parte he realizado una serie de lecturas, (a falta de poseer una obra monográfica) que me han permitido profundizar mínimamente en el tema en cuestión.
Un afectuoso saludo.

Daniel Muro dijo...

Antonio, si bien comparto la esencia de lo que expones, o al menos allí hasta donde mi propia vida llega a alcanzar, debo señalar que ese estado líquido, pendiente de destilación en ocasiones, requiere de un ambiente de cordialidad, comprensión, expectativa y egos a raya.
Algo que, como bien sabes, es harto difícil de hallar.

No sólo porque puedan tacharle a uno de "conceptual" o diletante, algo que he visto adscrito, por cabestros y cabestras, a estupendos y eficaces pensadores, y actores (de acción), a quienes tengo el placer de conocer.

Sino, principalmente, porque la tranquilidad de muchos se asienta en una realidad sostenida por la seguridad de unos asideros, físicos, métricos, públicamente aceptados, o ya probados, que en otras tantas ocasiones no son más que arena, que el viento, antes o después, se llevará. Pero mientras, están ahí para plantear sus quejas y críticas, y bloquear la innovación.

Por ello, y porque hemos de vivir a medias entre ambos entornos, yo encuentro y adscribo ese ámbito de liquidez fructífera al interior de uno mismo, y a veces a un conjunto de personas creativas que respetan y promueven esa generación transversal. Y, por otro lado, procuro mantener el esfuerzo de solidificar, a riesgo de perder algo de esencia, parte de cuanto discurra para llevarlo al terreno del debate y actividad más prácticos.
Tal vez sea con esa mezcla que se logre una cierta efectividad consensuada. Aún he de acumular experiencia para aseverarlo.

De todos modos, dicho con las tus palabras, no exentas de complejidad a la par que sentido, o con otras, creo que hay bastantes que comparten lo que expones.

Y si no, ya me dirán algunos de dónde sale la tremenda e histórica fuerza de conceptos como Esperanza o Cambio, vertebrados por una liquidez de amplios significados y sensaciones.

Hasta la próxima.