Somos lo que comemos no solo a nivel individual sino también colectivo. La alimentación no es una opción libre y plenamente autónoma, sino que está condicionada por el sistema de referentes en el que se contextualizan nuestras opciones biogenéticas y socio-económicas. Me alimento como un cuerpo y como un sujeto-objeto económico, pero sobre todo como un ser cultural. Las notas que acompañan a este post fueron pensadas para crear conciencia de que si no gestionamos o nos subimos a la ola del cambio cultural que sucede no podremos sacar provecho de nuestra posición. La tesis de fondo es que dominar una categoría es dominar los procesos de cambio dentro de esta categoría. De hecho hay que ir más allá y plantearse que somos "gestores de cambio cultural" en beneficio de nuestras marcas. Lo que planteo es que el marketing es en gran parte un mecanismo de intervención cultural porque tarde o temprano o canaliza o de algún modo se aprovecha de la inercia de cambios culturales. Esta visión cultural, colectiva, antropológica choca o convive con otra más orientada a ver nuestro trabajo desde una óptica individual y psicológica, basada en profundos procesos y verdades motivacionales que compartimos, pero que se ven como una sucesión de hechos aislados aunque coincidentes en el tiempo.
¿Por que es importante esta reflexión? en parte porque muchas cuestiones relacionadas con la introducción y pervivencia de marcas, productos, categorías y negocios están influidos por cambios en el sistema de valores y preferencias culturales, todas ellas dinamizadas por una "constante conversación" e influencia a través de redes y sistemas de difusión que se realimentan. Los modelos y valores de la ficción en los medios surgen en un contexto, sobre el actúan y generan conversaciones que a la vez realimenta la generación de contenidos que sirven como proyección y espejo social.
En definitiva "food-thinking" es necesariamente "cultural-thinking"
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