Me he pasado más de 25 años apalancado en una enorme mentira de consumo. He vivido en ella y de ella. He hecho oídos sordos a un rumor que crecía década a década. Al principio lo tachamos de idealista, pero hoy la extensa conciencia se ha convertido casi en un lugar común. Demasiado común. Hemos convertido la conciencia de la pobreza en una ejerció bienpensante que nunca cuestiona el modelo y que huele a utopia.
Como mercenario bien pagado de la gran maquina, tengo que escribir que el cambio de las conciencias no puede estar exento de cambios más tangibles y que todo cambio material causará de seguro conflicto. Lo sé, suena a viejas palabras. Aquellas que teníamos olvidadas o escondidas.
Construir una realidad en la que la pobreza extrema y miserable no le robe a la gente su condición de hombres y mujeres libres e iguales no puede darse sin alguna forma de cambio en mi vida, mal que me pese. Emborracharme de buenas palabras y gestos que apacigüen mi conciencia no sé si es el camino, quizás no sea siquiera la solución.
Soy experto en inculcar ideas y nociones, en transformar las actitudes y por eso puedo proclamar que ciertamente esta aproximación bienpensante ante la pobreza no está exenta de resultados. No diré que no moviliza en un nueva frente a los herederos de la compasión y la caridad que se han quedado huérfanos de un movimiento que los acoja.
Pero hay que ir más allá. Sé que no basta edulcorar las conciencias. Huelo rastros de hipócrita responsabilidad social que no debate las cuestiones crudas. Escucho monsergas que pueden apagarse como si de un ipod se tratara. Y entonces los cínicos y los descreídos me hablan al oído, con un maltusianismo salvaje que ofrece verdades como puños, de esas que hacen sangrar la nariz de las conciencias.
Aquí estoy. Devorado por las contradicciones, descreído de la vana ilusión de seguir viviendo como siempre he vivido sin pagar el precio de pensar y querer que las cosas sean de otro modo. Pero ocurre que ha base de urdir “verdades imperfectas” me queda el regusto de vivir en una mentira.¿Qué hare contra la pobreza? Quizás dejar que la conciencia ante la pobreza deje de ser humo bienpensante y sea viento que nos abata
Un espacio para compartir y discutir acerca del papel de la planificación estratégica de la comunicación y de marca, en cualquiera de sus ámbitos y planteamientos.
10/15/2008
10/14/2008
Solo el pensamiento líquido llega a todas partes.
©Antonio Monerris 2007
Hoy por hoy todos somos inventores de conceptos. Nos salen a borbotones, como erupciones cutáneas o como sonoros eructos cerebrales. No podemos evitarlo. A base de conceptos nombrados con forzada síntesis queremos concretar lo inconcreto y definir lo indefinido. Esto de inventarse conceptos viene al caso de responder a la cuestión ¿Cómo tenemos que pensar cuando las ideas no son propias de una disciplina o ámbito específico de la comunicación? A todos los que nacimos a este negocio de vender ideas que comunicando generan cambios a partir del interés y la implicación, nos pone un poco enfermos tener que pensar sin asideros, pensar en el vacío frío de la transversalidad, multidisciplinar y multimedia. En el fondo de nuestro corazón todavía no converso, no nos creemos esta monserga de los que pretenden vendernos el atrevimiento de pensar sin límites, andando de disciplina en disciplina.
Y tenemos razón. La mayor parte de nuestras ideas son contextuales. Pocas de ellas son abstractas- y cuando lo son corren el riesgo severo de morirse a la primera discusión, destrozadas por una jauría poli-disciplinar, que les arranca a jirones lo que más les convenga.
Tenemos razón en afirmar que cuando ideamos lo hacemos sobre una realidad o tipo de comunicación.
Y si es verdad ¿Por qué negarlo?
La idea multidisciplinar no es la idea a la que estamos acostumbrados. Es menos específica, menos sustantiva. Es más alma que cuerpo. Más inspiración que sustancia.
Y no puede ser de otro modo. La idea transversal es maleable, plástica, conceptual. La idea transversal a juicio de los que saben de ideas todavía no es idea. Cuanto más cerrada y especifica más incapaz de añadir a su genética las peculiaridades del medio-contexto o de la disciplina. Sus bordes tienen que ser romos para acomodarse a veces con esfuerzo a realidades bien distintas.
A lo mejor ya ni siquiera es idea si por idea entendemos un concepto bien definido que de manera a veces intuitiva y sorprendente causa interés, sorpresa, acción o impronta.
Puede que la idea transversal sea como el agua. Puede que como ella carezca de forma pero contenga todas las formas. Puede que como todo lo líquido carezca en apariencia de dureza pero que al final nos sorprenda su contundencia. Puede que como lo líquido este dotado no solo de fuerza de impacto, pero también de otras propiedades que la hagan capaz de empaparlo todo, de subir a lo más alto por efecto de la capilaridad.
Pensamiento líquido. De eso se trata.
No tiene forma precisa porque no esta pensado en el contexto de una disciplina. Por eso es informe. Pero no es un engendro ni una deformidad. Cuando hablo de pensamiento líquido no estoy pensando en valoraciones sobre la modernidad y nuestra actitud moral ante el mundo de hoy. Intento explicar la necesidad de restar forma a las ideas y de licuarlas para que quede de ellas un punto de vista más fluido y aplicable transversalmente. Licuar significaría pasar nuestras ideas y conceptos a otro estado, uno necesariamente más inconcreto y abstracto, más carente de forma. Es posible que no podamos ser rabiosamente originales en ese estado líquido, hasta es posible que tengamos serias dificultades para “contar la idea” sin tener que echar mano de ejemplos que al final nos traicionan. Pero no hay otro remedio. O se da liquidez a la idea o esta no podrá moverse a otro contexto, será o una caricatura o una adaptación lejana y siempre inferior.
Licuar nuestro punto de vista tiene también la intención de superar ese sentimiento de “not invented here” que se produce cuando profesionales de distintas disciplinas comparten ideas. Licuar supondría convencer a todos que existe un plano superior y más conceptual y que no habrá sometimiento de unos sobre otros.
Lo malo de ese pensamiento licuado es que precisamente no es sólido. Es decir que a diferencia de lo sólido no se puede golpear con ello sobre la mesa. De hecho en algunas ocasiones acabas golpeando con tu cabeza sobre la mesa, presa de la desesperación. Sin embargo de manera mágica si esa idea liquida o licuada se convierte en “palabra de paso” para formar parte de la corte visionaria de algún directivo iluminado, todo cambia.
Son cosas de la vida. Son esas “palabritas divinas” que concitan sorprendentes consensos donde antes había profundos disensos. Palabritas liquidas que acallan comentarios a pie de reunión, en los que importa más decir aquí estoy que realmente decir algo. ©Antonio Monerris 2007
¿De que sirve el pensamiento líquido? Licuar conceptos capaces de salirse de contexto tiene la intención de dar coherencia e intención compartida a las acciones que incluyen o se conciben desde distintas disciplinas. Licuar consistiría en “deshacerse” de las limitaciones del Medio-contexto a través de conceptos que son puntos de partida o verdades sobre las que construir propuestas.
Un apunte antes de concluir: ¿has pensado sobre los efectos del pensamiento líquido? Es posible que te tachen de inconcreto y a lo mejor van y te insultan llamándote “conceptual” (fíjate lo maldiciente que es la gente), pero que le vamos a hacer. Cuanto más complejos y plurales sean los contextos de comunicación más necesario será encontrar maneras de unir aquello que se concibe desunido.
Hoy por hoy todos somos inventores de conceptos. Nos salen a borbotones, como erupciones cutáneas o como sonoros eructos cerebrales. No podemos evitarlo. A base de conceptos nombrados con forzada síntesis queremos concretar lo inconcreto y definir lo indefinido. Esto de inventarse conceptos viene al caso de responder a la cuestión ¿Cómo tenemos que pensar cuando las ideas no son propias de una disciplina o ámbito específico de la comunicación? A todos los que nacimos a este negocio de vender ideas que comunicando generan cambios a partir del interés y la implicación, nos pone un poco enfermos tener que pensar sin asideros, pensar en el vacío frío de la transversalidad, multidisciplinar y multimedia. En el fondo de nuestro corazón todavía no converso, no nos creemos esta monserga de los que pretenden vendernos el atrevimiento de pensar sin límites, andando de disciplina en disciplina.
Y tenemos razón. La mayor parte de nuestras ideas son contextuales. Pocas de ellas son abstractas- y cuando lo son corren el riesgo severo de morirse a la primera discusión, destrozadas por una jauría poli-disciplinar, que les arranca a jirones lo que más les convenga.
Tenemos razón en afirmar que cuando ideamos lo hacemos sobre una realidad o tipo de comunicación.
Y si es verdad ¿Por qué negarlo?
La idea multidisciplinar no es la idea a la que estamos acostumbrados. Es menos específica, menos sustantiva. Es más alma que cuerpo. Más inspiración que sustancia.
Y no puede ser de otro modo. La idea transversal es maleable, plástica, conceptual. La idea transversal a juicio de los que saben de ideas todavía no es idea. Cuanto más cerrada y especifica más incapaz de añadir a su genética las peculiaridades del medio-contexto o de la disciplina. Sus bordes tienen que ser romos para acomodarse a veces con esfuerzo a realidades bien distintas.
A lo mejor ya ni siquiera es idea si por idea entendemos un concepto bien definido que de manera a veces intuitiva y sorprendente causa interés, sorpresa, acción o impronta.
Puede que la idea transversal sea como el agua. Puede que como ella carezca de forma pero contenga todas las formas. Puede que como todo lo líquido carezca en apariencia de dureza pero que al final nos sorprenda su contundencia. Puede que como lo líquido este dotado no solo de fuerza de impacto, pero también de otras propiedades que la hagan capaz de empaparlo todo, de subir a lo más alto por efecto de la capilaridad.
Pensamiento líquido. De eso se trata.
No tiene forma precisa porque no esta pensado en el contexto de una disciplina. Por eso es informe. Pero no es un engendro ni una deformidad. Cuando hablo de pensamiento líquido no estoy pensando en valoraciones sobre la modernidad y nuestra actitud moral ante el mundo de hoy. Intento explicar la necesidad de restar forma a las ideas y de licuarlas para que quede de ellas un punto de vista más fluido y aplicable transversalmente. Licuar significaría pasar nuestras ideas y conceptos a otro estado, uno necesariamente más inconcreto y abstracto, más carente de forma. Es posible que no podamos ser rabiosamente originales en ese estado líquido, hasta es posible que tengamos serias dificultades para “contar la idea” sin tener que echar mano de ejemplos que al final nos traicionan. Pero no hay otro remedio. O se da liquidez a la idea o esta no podrá moverse a otro contexto, será o una caricatura o una adaptación lejana y siempre inferior.
Licuar nuestro punto de vista tiene también la intención de superar ese sentimiento de “not invented here” que se produce cuando profesionales de distintas disciplinas comparten ideas. Licuar supondría convencer a todos que existe un plano superior y más conceptual y que no habrá sometimiento de unos sobre otros.
Lo malo de ese pensamiento licuado es que precisamente no es sólido. Es decir que a diferencia de lo sólido no se puede golpear con ello sobre la mesa. De hecho en algunas ocasiones acabas golpeando con tu cabeza sobre la mesa, presa de la desesperación. Sin embargo de manera mágica si esa idea liquida o licuada se convierte en “palabra de paso” para formar parte de la corte visionaria de algún directivo iluminado, todo cambia.
Son cosas de la vida. Son esas “palabritas divinas” que concitan sorprendentes consensos donde antes había profundos disensos. Palabritas liquidas que acallan comentarios a pie de reunión, en los que importa más decir aquí estoy que realmente decir algo. ©Antonio Monerris 2007
¿De que sirve el pensamiento líquido? Licuar conceptos capaces de salirse de contexto tiene la intención de dar coherencia e intención compartida a las acciones que incluyen o se conciben desde distintas disciplinas. Licuar consistiría en “deshacerse” de las limitaciones del Medio-contexto a través de conceptos que son puntos de partida o verdades sobre las que construir propuestas.
Un apunte antes de concluir: ¿has pensado sobre los efectos del pensamiento líquido? Es posible que te tachen de inconcreto y a lo mejor van y te insultan llamándote “conceptual” (fíjate lo maldiciente que es la gente), pero que le vamos a hacer. Cuanto más complejos y plurales sean los contextos de comunicación más necesario será encontrar maneras de unir aquello que se concibe desunido.
10/08/2008
10/05/2008
El futuro de las agencias en Barcelona : No son tiempos de enanos y miopes
© Toni Camaral -http://www.flickr.com/photos/ancama_99/
© Klaus Dolle -http://www.flickr.com/photos/klaus_dolle/
Este titulo seguro que producirá sarpullidos en más de uno. Y lo hará porque despertará sus pesadillas y ya sabemos que la dermatología es muy psicosomática.
Para empezar el modelo o estructura de agencias está anormalmente inflado para el tamaño de la demanda. Esto no sería tan grave si además el talento y visión de esas organizaciones menguantes no fuera cada vez más escaso e irrelevante. En Barcelona nos creímos el ombligo del mundo porque fuimos el ombligo de la publicidad. Lo fuimos por que la ciudad era el centro de referencia de la industria de consumo desde los 60 hasta los 80. Fuimos la gran cuna de la publicidad, el marketing y todas las disciplinas de la comunicación comercial porque se necesitaba satisfacer las necesidades de una industria que encontraba en la comunicación de masas el modo de canalizar las necesidades de persuasión orientadas a saciar hordas de españolitos ansiosos de consumir.
¿Qué ha cambiado? No tenemos una explicación racional y meditada y exenta de oportunismo político. En realidad deberíamos observar y ponderar la realidad desde los datos.
¿Hemos perdido volumen absoluto de inversión en marketing? O quizás ¿hemos perdido volumen relativo? Lo cierto es que las industrias que sostenían la estructura del negocio de la publicidad o son menos o invierten menos. Las grandes marcas de consumo hoy objetivamente pesan menos en el consumo de los españoles a favor de las marcas blancas. Además de esto la inversión más significativa está orientada en sectores como las telecomunicaciones, las utilities o grandes retailers sin representación significativa en Catalunya. Si el descenso del share de inversión publicitaria fuera “real” significaría una pérdida de peso específico que no es comparable.
¿Qué ocurre entonces? Tendrán que analizarlo los economistas, pero yo sospecho:
- que las demandas del tejido económico de Catalunya ya no son las mismas
- Que la fuente de nuestros años dorados (las industrias del consumo) tienen menos peso real y relativo.
Mientras nos lamemos las heridas lo cierto es que nos estamos volviendo unos inadaptados.
Es fundamental asumir que nuestro negocio son las ideas y que las ideas no deberían tener fronteras.
Es también fundamental que podamos sacar provecho de un gran tesoro de talento, basado en una gran base de profesionales del conocimiento y la creatividad.
Por otro lado es imprescindible asumir que no tenemos una posición dominante y que el crecimiento de la demanda de servicios creativos por ejemplo en Madrid es espectacular no solo en número sino también en calidad e innovación.
Los buenos años no volverán. Ya nada será lo mismo. La oportunidad está en asumir que la demanda buscara mejores precios y mejores ideas y que estas vendrán de una visión más transversal y abierta. Tenemos que hacer que el peso de la “clase creativa” en el tejido social de Barcelona se convierta en su más poderoso activo.
Este cambio exige reconsiderar los modelos de organización.
El problema no es que seamos muchos el problema es que estamos mal “distribuidos”. Tenemos demasiadas organizaciones pequeñas gobernadas por enanos que son incapaces de producir una oferta atractiva y “World class”.
Tenemos muchos talentos pero muy pocos proyectos. El talento necesita de retos y proyectos que lo aúnen y sobre todo de líderes empresariales-creativos que superen no solo la des-localización sino el concepto mismo de localización. Mi vecino es el mundo.
Industrias pequeñas y medianas están siendo más capaces de superar limitaciones de “espacio”, mucho más que las industrias de la creatividad.
Para poder competir y crecer necesitamos alcanzar economías de escala, pero también elevar la escala de las ambiciones. Y eso solo se hace con líderes.
Para empezar el modelo o estructura de agencias está anormalmente inflado para el tamaño de la demanda. Esto no sería tan grave si además el talento y visión de esas organizaciones menguantes no fuera cada vez más escaso e irrelevante. En Barcelona nos creímos el ombligo del mundo porque fuimos el ombligo de la publicidad. Lo fuimos por que la ciudad era el centro de referencia de la industria de consumo desde los 60 hasta los 80. Fuimos la gran cuna de la publicidad, el marketing y todas las disciplinas de la comunicación comercial porque se necesitaba satisfacer las necesidades de una industria que encontraba en la comunicación de masas el modo de canalizar las necesidades de persuasión orientadas a saciar hordas de españolitos ansiosos de consumir.
¿Qué ha cambiado? No tenemos una explicación racional y meditada y exenta de oportunismo político. En realidad deberíamos observar y ponderar la realidad desde los datos.
¿Hemos perdido volumen absoluto de inversión en marketing? O quizás ¿hemos perdido volumen relativo? Lo cierto es que las industrias que sostenían la estructura del negocio de la publicidad o son menos o invierten menos. Las grandes marcas de consumo hoy objetivamente pesan menos en el consumo de los españoles a favor de las marcas blancas. Además de esto la inversión más significativa está orientada en sectores como las telecomunicaciones, las utilities o grandes retailers sin representación significativa en Catalunya. Si el descenso del share de inversión publicitaria fuera “real” significaría una pérdida de peso específico que no es comparable.
¿Qué ocurre entonces? Tendrán que analizarlo los economistas, pero yo sospecho:
- que las demandas del tejido económico de Catalunya ya no son las mismas
- Que la fuente de nuestros años dorados (las industrias del consumo) tienen menos peso real y relativo.
Mientras nos lamemos las heridas lo cierto es que nos estamos volviendo unos inadaptados.
Es fundamental asumir que nuestro negocio son las ideas y que las ideas no deberían tener fronteras.
Es también fundamental que podamos sacar provecho de un gran tesoro de talento, basado en una gran base de profesionales del conocimiento y la creatividad.
Por otro lado es imprescindible asumir que no tenemos una posición dominante y que el crecimiento de la demanda de servicios creativos por ejemplo en Madrid es espectacular no solo en número sino también en calidad e innovación.
Los buenos años no volverán. Ya nada será lo mismo. La oportunidad está en asumir que la demanda buscara mejores precios y mejores ideas y que estas vendrán de una visión más transversal y abierta. Tenemos que hacer que el peso de la “clase creativa” en el tejido social de Barcelona se convierta en su más poderoso activo.
Este cambio exige reconsiderar los modelos de organización.
El problema no es que seamos muchos el problema es que estamos mal “distribuidos”. Tenemos demasiadas organizaciones pequeñas gobernadas por enanos que son incapaces de producir una oferta atractiva y “World class”.
Tenemos muchos talentos pero muy pocos proyectos. El talento necesita de retos y proyectos que lo aúnen y sobre todo de líderes empresariales-creativos que superen no solo la des-localización sino el concepto mismo de localización. Mi vecino es el mundo.
Industrias pequeñas y medianas están siendo más capaces de superar limitaciones de “espacio”, mucho más que las industrias de la creatividad.
Para poder competir y crecer necesitamos alcanzar economías de escala, pero también elevar la escala de las ambiciones. Y eso solo se hace con líderes.
© Klaus Dolle -http://www.flickr.com/photos/klaus_dolle/
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