7/31/2007

¿Qué le pasa a la radio? Hay orejas más allá de las trincheras



La radio está viva.
En tiempos de nuevas tecnologías, de acelerados cambios, el medio que cambió la primera mitad del siglo XX y que sirvió para articular lo que hoy conocemos como cultura de masas en su dimensión mas hiperbólica sigue condicionando, en España, gran parte de la agenda política.
De hecho, la televisión, aunque no sea plenamente ajena al debate político polarizado parece un inocente campo de amapolas antes que un complejo sistema de trincheras hertzianas.
La radio vive del aspaviento; vive de una cierta forma de pornografía mediática consistente en algo tan inconcebible como esperar a ver quien la dice más gorda.
De hecho la radio parece la zona de colisión tectónica basada en una profunda Instrumentalización de los medios.



Tampoco la prensa parece en realidad tan contaminada como la radio de esta borrachera de improperios. De hecho la poderosa infraestructura de la prensa regional, moderada y volcada al servicio a la comunidad, relativiza en cifras el peso de la prensa nacional de profundo compromiso ideológico.
Pobre radio.



Su éxito puede ser en cierta forma su futura miseria.
La radio estridente, la radio de banderías, acabará por aburrir a la audiencia como masa amplia. Se convertirá en refugio de vocaciones y fidelidades. Movilizará a los movilizados. Hará sonar cascabeles de serpiente y tamborradas de viejas monstruosidades.
Pero la pobre radio, la radio de la palabra, no aguantará el tirón del cambio generacional ¿o si?
¿Podrá ser una voz significativa y con autoridad para oyentes por debajo de los 35?
Y la verdad sea dicha ¿soportará los “motores híbridos” en versión avanzada que hoy significan la fusión de la radio informativa y de entretenimiento?
Tener postes parece que significa tener poder, pero al fin y al cabo el poder estará en la capacidad de ir recogiendo a los nuevos desafectos.
No creo que la radio crezca en términos absolutos, sino que seguramente refleje un fenómeno europeo en versión española que es la reactivación social de determinadas capas de población que ponen acento y contrapunto desde posiciones ideológicas, que agazapadas durante la transición tenían que expresarse tarde o temprano.
No ha sido la progresía y la bandiera rossa, que está totalmente o al menos significativamente desactivada, sino una audiencia que mezcla desafectos con aburridos y que encuentran el la palabra tan gruesa como hiriente estimulo y diversión.
Pero la pobre radio no puede vivir mucho esta acidez.
¿Qué será de la radio?
Esta bien que sea espejo de una realidad integrista que existe y que debe ser oída, aunque solo sea por saber por donde van los tiros, en sentido figurado.




Pero la realidad social es otra y acabará por sobresalir otra vez. Influirá el modelo competitivo político, que dejará de obsesionarse por los extremos y volverá a cuidar a la mass midle class cuando la abstención ponga sobre la mesa el hecho incuestionable de que la estrategia de polarización conducirá tarde o temprano a matar la gallina de los huevos de oro (it´s the economy, stupid) y nos daremos cuenta que podemos jugar con fuego y con las ondas porque la maquinita funciona, pero sabiendo que tampoco podemos alterar profundos sistemas de equilibrio.
¿Y volverán las aguas a su cauce? Seguro.
Seguro que seguirán habiendo vociferantes figuras a la mode de los predicadores e integristas.
Pero renacerá una radio de entretenimiento y servicio. Una radio próxima y empática, una radio que vivimos y nos vive.
Tiene que ser así.
De hecho es así. Porque los “talkies” pierden penetración y compite tan solo por cuota.
Tiene que ser así, porque las realidades híbridas se imponen. Tiene que ser así porque una radio desenfadada y desdramatizada, que ni es pedante patriarca de la información ni es tampoco fuego abrasador de impíos, infieles y colorados, tiene lugar y predicamento
Será así por que podremos escoger. Será así porque lo rancio y lo cansino, que sobrevive gracias a viejas convenciones de una audiencia criada oyendo “el parte”, se estrellará contra los oídos taponados de gente que tiene mas amplitud de opciones de información y que escucha a unos y a otros como títeres inanes de un poder que falto de ideas, hace del puñetazo verbal norma y herramienta.
¿Cómo está la radio? Está, a dios gracias, todavía está


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