5/01/2008

En tiempos de incertidumbre, la conciencia es el antidoto ante la desconfianza, el desden y la desesperanza


Nuestro tiempo es siempre el tiempo definitivo. Nuestro tiempo hace de la historia vida. Nuestro tiempo nos hace vivir en carne propia el transcurso de lo humano.
En este tiempo preciso, en este ahora, sentimos la incertidumbre.

Vivimos en este hoy y este ahora la incertidumbre y el colapso de una falsa esperanza.

Concluyó un modelo que explicaba el mundo durante décadas. Parecía que un mundo multipolar y tecno-solidario, podía dar esperanzas nuevas. Sin embargo, en tiempos que en nada se parecen a los sombríos episodios del siglo XX, nos hablan de una crisis alimentaria global. En tiempos de interconexión y vínculo, decisiones de una minoría guiada por un puñado de ideas mezcladas con intereses han alterado la viabilidad de mercados y sistemas. No comprendemos que pasa, no entendemos como es posible que una vision política neocon, que no es sino un updating de viejas ideas y grupos de opinion enfrentados a verdades del siglo XXI, defina nuestra agenda. Pero tampoco nos sirve el viejo modelo de polarización, la reactulización de viejos discursos que embebidos de valores universales han llegado a justificar lo injustificable.
Hoy, como siempre, respondemos a la incertidumbre con gestos, actos y hechos que engendran más incertidumbre. Hoy, como siempre, nos sentimos inermes e incapaces para asumir y entender.

Hoy, como siempre, no llegamos a creernos que sea posible engendrar complejas mentiras. Hoy, como siempre, no podemos creernos lo inermes que estamos ante la cabezonería y la insensatez. Hoy no entendemos las violentas e incontroladas “erupciones” que la incertidumbre y la ignorancia producen.
En todo caso hoy vivimos una crisis de conciencia. Vivimos una crisis de referentes, pero sobre todo vivimos el efecto de un cierto desden.
Nos hemos conformado.
Hemos asumido que la inteligencia, que el sentido común, que la virtud tienen que replegarse, que nada pueden hacer. Hemos dejado que fuerzas embrutecidas nos gobiernen y hemos dejado tambien que explicaciones simplistas nos conforten. Hablo de una conciencia serena y sabia, dialogante y comprometida, pero no lineal.

Hablo de una conciencia que admite la complejidad, que no teme a lo difícil. Conciencia que se asoma en las palabras de personas que han renunciado a la intervención. Conciencia que es razón pero tambien sentimiento. Son tiempos más difíciles de lo que parece. Tiempos en los que se dilucidan cuestiones fundamentales. Asuntos tan principales que si la conciencia y la razón se callan, sino hablan todos aquellos que desde la inteligencia y la moderación pueden reconducir los excesos de exaltados e ignorantes, el precio de un tardío remedio puede ser mucho más alto de lo que imaginamos. Ninguno hemos nacido para ser héroes, pero tampoco ninguno hemos nacido para negar el mas poderoso instrumento humano, la conciencia y la razón, libre e inteligente, ajena a los desmanes que solo el sentido común y la moderación impiden.
Es cierto que no podemos poner nuestra conciencia en manos de movimientos y de “spin doctors” que la manipulen. Es cierto tambien que hay un frío helado: el que produce la falta de liderazgos visibles y evidentes. Es cierto que el sabor amargo de la decepción se ha convertido en un regusto familiar. Pero no es menos cierto que nuestra realidad, la más próxima o la más lejana, no puede estar gobernada por el exceso de ideas irresponsables. Como tampoco es menos cierto que hemos de creer en el “wisdom of the crowds”, esa inteligencia agregada que percibimos en ocasiones en decisiones colectivas y que apunta al equilibrio y al sentido común.

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