Algunas notas extraidas por Ingo Kerstjens tras la lectura de este libro
El atractivo sensorial es cada vez más importante en nuestra cultura. Para mantener un óptimo balance entre sustancia y superficie, no podemos simplemente pretender que las superficies no importan.
Estética es comunicación sensorial. El rol de la estética es más bien mostrar, no contar. Es más bien gustar, no instruir. Los efectos son inmediatos, perceptuales y emocionales. No son cognitivos
el propio placer estético tiene calidad y sustancia. A las personas nos gusta disfrutar de nuestro entorno sensorial. Este placer es real. El truco es disfrutar del placer estético sin confundirlo con otros valores.
Diseñadores y otros líderes de opinión cultural solían pensar que un único estándar estético es el correcto, que estilo es una manifestación de la verdad, de la virtud, de la razón.
Hoy, diseños y estilos coexisten, sin consenso social y en la mayoría de los casos sin conflictos. Hay muchas opciones, anything goes, no rules!
La democratización del diseño, potenciada por el ordenador, hace a la gente más sensible a la calidad gráfica. El ser humano es visualmente más crítico que nunca.
La gente se siente cualificada para juzgar el ‘look and feel’ de sus entornos.
La estética no es un lujo, sino un deseo universal humano
Identidad es el significado de la superficie. Antes de decir algo con palabras, nos declaramos por medio de ‘look and feel’: Aquí estoy, soy esto y no lo otro. Me asocio con estos, no con aquellos.
Oponer estética a función, estética a business, o estética a masculinidad no es universal.
Estos contrastes son productos de la cultura puritana, el romanticismo del siglo XIX y la tecnocracia del siglo XX.
Las culturas de Italia y Japón siempre han otorgado la misma importancia y seriedad al ‘look and feel’ que a otros valores.
En nuestra cultura, el reconocimiento del derecho a ‘ser tú mismo’, y por lo tanto de la libertad de expresión personal, crece constantemente.
Tolerancia es hoy en día una norma social y una realidad estilística.
Existe un miedo al imperativo estético
La estética vende y funciona porque el placer sensorial tiene valor intrínseco.
Si el objetivo del consumidor es felicidad, y no la “eficacia” determinada por expertos, la forma tiene función.
El desafío que tenemos es aprender a aceptar que el placer estético es un bien autónomo, no el más alto o el mejor, pero uno de las muchas fuentes de valor, a veces conflictivas y frecuentemente desvinculadas.
Diseño proporciona placer, significado y función, y la creciente demanda de expertise estética refleja un deseo de más placer, no más función. Hacer las cosas atractivas o interesantes es tan valioso y necesario como hacer que funcionen.
El experto en ‘usability’ Donald Norman basa sus teorías en investigaciones neurológicas de cómo la emoción afecta a la performance: “Objetos atractivos funcionan mejor”
Pantallas de color, por ejemplo, no añaden funcionalidad, pero sí permiten trabajar de una manera más agradable.
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